miércoles, 16 de marzo de 2011

Escribir. Opinión de Rafael Carcelén

Escribir




Por Rafael Carcelén
(Originalmente publicado en el semanario Valle de Elda)

 


Como si de una cebolla se tratase, la escritura contiene varias capas o niveles, cada una de las cuales cumple una misión distinta pero que va englobando a las anteriores, teniendo todas en común una función comunicativa y de expresión de nuestro mundo interior. Un primer nivel podría ser el de la exteriorización en bruto de nuestros sentimientos, nuestras inquietudes o el magma conflictivo que puede anidar en nosotros. Los primeros poemas adolescentes surgen de esta necesidad de desahogo y catarsis de todo lo que bulle dentro. Como un volcán en erupción, escribir tiene aquí una función liberadora y terapéutica de gran magnitud. Recordemos,  por ejemplo, que esa gran poeta que fue Sylvia Plath se sumergió en la escritura a propuesta de su psiquiatra para salir de un proceso depresivo que resultó irresoluble, pero que mitigó el sufrimiento durante largas temporadas de su corta vida.



Esta expresión como terapia, punto de partida también de muchos talleres de escritura, supone con la práctica un proceso de indagación, de autoconocimiento progresivo que nos permite descubrir facetas de nuestro yo hasta entonces desconocidas. Escribir, además, nos obliga a reflexionar a un ritmo distinto al de la oralidad, con lo que nos ayuda a ordenar y sistematizar nuestro pensamiento. El goce obtenido con ese autodescubrimiento de nuestro yo profundo se refleja en el rostro entusiasta con que muchos niños te muestran sus primeras redacciones, sus primeros relatos. Por eso es tan importante transmitirles el gusto por la escritura desde pequeños: porque aprenden a expresarse pero también a conocerse. Porque se comunican con el mundo y, a la vez, con ellos mismos. Igual que nos ocurre dibujando, nadando o bailando.

Una prolongada práctica nos hace adentrarnos en el manejo cada vez más sofisticado de los recursos lingüísticos y literarios, liberándonos a la vez del discurso racional y abriéndonos a un territorio próximo a lo misterioso o lo desconocido. En este nivel, el más propiamente creativo, nuestra escritura coloca al lenguaje en el primer plano y se sirve de él con fines lúdicos, de extrañamiento de la realidad o de proyección y desdoblamiento de nuestra personalidad en textos líricos o narrativos donde tan importante es lo que decimos como la forma en que lo expresamos. Señala Juan José Millás que quien llega hasta aquí se enfrenta a una doble actitud: “voy a ver lo que digo o voy a ver lo que dicen las palabras. La sensata es la intermedia. A veces las palabras quieren decir algo que no estaba en tu intención, pero que es bueno que escuches”.

 Juan José Millás

Como ven, sea cual sea nuestra intención, escribir es una experiencia de autoconocimiento, liberadora,  proyectiva, creativa, terapéutica… tan sorprendente como maravillosa. “Me fascina escribir porque adoro la aventura que hay en todo libro o en todo artículo, porque adoro el abismo, el misterio y esa línea de sombra que al cruzarla va a parar al territorio de lo desconocido, un espacio en el que de pronto todo nos resulta muy extraño, pues vemos que, como si estuviéramos en el estadio infantil del lenguaje, nos toca volver a aprenderlo todo”, ha escrito Enrique Vila- Matas. Pruébenlo; no se lo pierdan: escriban. Escriban hasta obtener, como la Nobel polaca Szymborska, “Alegría de escribir./ Poder de eternizar./ Venganza de una mano mortal”.

Enrique Vila- Matas

Wisława Szymborska

Rafael Carcelén es maestro de escuela en el CEIP Padre Manjón de  Elda. Poeta, lector apasionado y perpetuo observador, opina sobre la realidad que nos rodea, bien en su columna Entre col y col en el semanario Valle de Elda o en otros foros independientes y/ o alternativos.

sábado, 12 de marzo de 2011

El Mercado y los eurocabritillos. Opinión de Rafael Carcelén

 El Mercado y los eurocabritillos


Por Rafael Carcelén
(Originalmente publicado en el semanario Valle de Elda)

 

Hubo un tiempo en que el señor Mercado sufragó onerosamente a cabritillos, cerditos y otros púberes ingenuos para que levantasen sus casas a buen interés, consiguiendo incluso llenar todo el bosque de hipotecas basura con tal de seguir alimentando una codicia insaciable. Su glotonería especuladora, su avaricia febril, acabó generándole una burbuja en el estómago que ni el bicarbonato mercantil de la moneda única consiguió mitigar. Y su bolsa, atada y bien atada a la cintura, comenzó a regurgitar, a perder valor cayendo y cayendo precipitadamente por el gran agujero del ibex 35. La madre de los eurocabritillos, para tranquilizarlo, le rellenó la bolsa con monedas y le cosió los bonos rasgados. Colmado como el quico, pensaron que una prolongada siesta lo apaciguaría. 

 

 

 

Pero no fue así. El señor Mercado, tras vaciar el euromonedero y dejar escuálidas las arcas caprinas, exigió contención y control del gasto. Que manda huevos. Pero los eurocabritillos, precisamente por los préstamos para rescatar al Mercado feroz de la quiebra, ya no disponían de liquidez. Y éste comenzó a temer por sus dividendos, por esos réditos sabrosos que tan jugosamente debía ir acumulando: deuda, déficit, impagos… mala cosa, pensó; no hay depredador que mantenga el buche lleno con estas menudencias e incertidumbres. ¡Quería garantías! Muestras de sangre que le permitieran mantener la confianza. Con sus ávidas fauces, con sus garras tajantes, se presentó en la casa griega y llamó a la puerta: ni las columnas del Partenón ni el tesoro de Mikonos saciaron su ambición. La que ellos creían de hormigón perdurable, no era sino endeble morada de adobe y hojarasca. Porca miseria, refunfuñó el carnívoro descontrolado.


Decepcionado, aulló y aulló para que todos se amedrentasen y no ofrecieran resistencia a sus ansias lucrativas.  Se encaminó entonces hacia la casa irlandesa, esa que durante años fuera la niña de sus ojos, donde tanta hipoteca burbujeante colocó en otro tiempo, y acosó a sus eurocabritillos hasta que, como obedientes corderitos atrapados por unos bancos sostenidos con palillos neoliberales, pidieron ser rescatados por ese lobo de las finanzas que es el señor Mercado, también neoliberal. ¿Será suficiente con esto?, tartamudeaban, remojándose las barbas, sus eurovecinos. Obtuvieron la respuesta cuando el gigante depredador giró su vista encarnizada hacia la casa ibérica: los eurocabritillos portugueses y españoles sintieron una y otra vez el brutal zarandeo en sus nóminas y en todas sus paredes financieras. Recortes, reajustes, reducción del déficit… ¡qué más da!, nada era bastante para conformar a tan implacable avaro.

El benjamín de los eurocabritillos, refugiado entre gaviotas genovesas, sobrevivió al bestial envite y cuando alguien le preguntó cómo lo había logrado, fue profuso en detalles: ése poderoso caballero que es Don Mercado se alimenta de engordar cerditos y cabritillos hasta que su obesidad los inmoviliza y entonces, zarpazo a zarpazo, mordisco  a mordisco, los deja raquíticos y desahuciados. Sin casa ni pan que echarse a la boca, los pobrecillos no tienen más remedio que acudir a él para que les inyecte liquidez y volver así a tenerse en pie. Y otra vez de nuevo comienza el proceso: engorde, inflación, burbuja, deflación, miseria, rescate… y así hasta que la desesperación o la rapacidad les permita comprender que pueden más todos los eurocabritillos juntos que el lobo, por salvaje que éste sea; que no tienen por qué vivir sometidos a sus aterradoras exigencias. ¿Y cómo es qué tú sobrevives ajeno a esta espiral cíclica de opulencia y escasez?, le preguntó un ingenuo. El hasta entonces ponsderado eurocabritillo se quitó la máscara y todos constataron que se trataba de un fiero lobezno con piel de cordero.

Rafael Carcelén es maestro de escuela en el CEIP Padre Manjón de  Elda. Poeta, lector apasionado y perpetuo observador, opina sobre la realidad que nos rodea, bien en su columna Entre col y col en el semanario Valle de Elda o en otros foros independientes y/ o alternativos.

domingo, 6 de marzo de 2011

El arte. Opinión de Rafael Carcelén

El arte


Por Rafael Carcelén
(Originalmente publicado en el semanario Valle de Elda)



De vez en cuando me gusta proponerles a los niños y niñas de Educación Infantil -de 3 a 5 años- pintar libremente con distintos materiales (ceras, acuarelas, pintura de dedos, etc.) y con distintos medios (sus propios dedos, pinceles, esponjas...), habitualmente sobre amplios murales de papel continuo: es indescriptible cómo gozan, cómo disfrutan expresándose sin ataduras, perdiéndose y encontrándose una y otra vez en el papel con rayas, trazos, garabatos, bioformas o manchas cuyo significado es alucinante cuando te lo explican. Sin duda, en sus manifestaciones muestran más rasgos de ellos mismos que del objeto que representan: en un castillo, por ejemplo, percibimos más sus miedos o sus fantasías que la fortaleza realmente.

Comentaba esta experiencia con una compañera maestra cuando, esbozando una media sonrisa, me preguntó dónde establecería yo la diferencia entre esta actividad con los chavales y el arte moderno. Contesté algo así como que la capacidad técnica o la intencionalidad propias de la pintura no están en el horizonte de los críos. Estos sólo pretenden expresarse, sacar su interioridad, de un modo espontáneo, con su ritmo y naturalidad y sin condicionamientos previos de ningún tipo.

La espontaneidad, la imaginación, la inocencia o el descondicionamiento de los niños también son considerados por el pintor. No en vano creadores cubistas, naif o surrealistas indagaron ya en el mundo infantil, en las culturas primitivas o en las manifestaciones de los enfermos mentales para entender cómo acceder a una expresión estética lo menos condicionada posible por la racionalidad y la conciencia. Andaba yo en estas disquisiciones cuando mi compañera me mostró un video de youtube. En él aparece una reportera que con un cuadro pintado por niños de 2 y 3 años, en una guardería, se va a la feria ARCO de 2007, lo cuelga y les pide opinión a expertos y visitantes. Unos hablan de desesperación o angustia en la mezcla de los colores; otros de erotismo y pulsión sexual o de un pintor muy experimentado; incluso hay quien opina que quince mil euros es un precio muy asequible para un cuadro así. Apasionante: pueden verlo en http://www.youtube.com/watch?v=Pj4MVtoNWZc

Un reportaje que pone de manifiesto la fragilidad del arte contemporáneo, la dificultad para distinguir las voces de los ecos (que diría Machado), los intereses que mueven el mercado del arte o simplemente con qué facilidad aflora en nosotros la estupidez y la pedantería. No sé a ustedes, pero a mí después de verlo se me amontonaron las preguntas: ¿cómo encajar esto?, ¿qué es el arte?, ¿qué pinto yo aquí?...

Rafael Carcelén es maestro de escuela en el CEIP Padre Manjón de  Elda. Poeta, lector apasionado y perpetuo observador, opina sobre la realidad que nos rodea, bien en su columna Entre col y col en el semanario Valle de Elda o en otros foros independientes y/ o alternativos.