domingo, 28 de febrero de 2010

NUESTRA TIERRA. Opinión de Susana Robles


 NUESTRA TIERRA


Parece que el terror humano se ha volcado en un paraíso original de praderas de intenso verdor, ríos cristalinos, cascadas sin fronteras, mares azulados de un olor inigualable. Todo estaba preparado como una exposición de arte, postal y cuadro sin nombre, una realidad que ha concedido su testamento sin carta ni sobre a la humanidad. Sin embargo las fuentes naturales se rebelan contra nosotros y los geólogos, físicos, meteorólogos y cientos más buscan una explicación  a tanto horror. Es cierto que los continentes se hallaban unidos, como buenos amigos. Después se fueron dividiendo, ¡oh! Nos quedaba poco por llegar. Imagino lo que causaría aquello. Entonces no había industrias, humos, asfaltos, coches, bombas, guerras, centrales nucleares, tantas enfermedades y un intenso acaparamiento del suelo desapareciendo así los pulmones verdes de las ciudades. Pero la Tierra es una criatura de oro, madre de todos. 

Como dije en un poema, a sus espaldas lleva una maleta , repleta de dolores, angustias, sufrimientos, avaricias, maldades, desencantos y no sé cuántas miles de historias más. Su cremallera se rompió simplemente porque ya no cabían más cuentos y digo cuentos porque somos cuentistas. Y así explota la Tierra. Ahora solo queda comprar otra maleta , vacía, ir al sastre, adquirir una nueva cremallera, fuerte; dónde empecemos de nuevo a introducir nuevas historias que merezcan  la pena. Entonces La Tierra creo que será más generosa, más buena. 
Susana Robles es licenciada en Geografía e Historia y poeta. Ha colaborado en Baile de Civilizaciones y otras publicaciones literarias.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Opinión. LA POESÍA COMO CRISIS, por Ester Astudillo

La poesía como crisis
En un breve artículo sobre poesía, leí ayer un titular que me soliviantó: ‘La poesía como bálsamo’. En él, como se adivina, la autora, académica docente –apuesto que no poeta-, define la poesía como ‘bálsamo’ para calmar en el lector emociones ‘nocivas’ y hacer resurgir en él otras agradables, y defiende el rol ‘clásico’ de la poesía como vía para despertar en el lector emociones ‘compartidas’ con el autor, prescindiendo necesariamente del ejercicio de la ‘razón’, elemento crítico en cambio –dice- para desentrañar textos filosóficos.
En efecto, ese es el papel, no sé si clásico pero seguro que sí tópico, que se le atribuye a la poesía, despojándola de cualquier otra función ‘reformista’ o, si se prefiere, ‘revolucionaria’ a nivel social y político. O más radicalmente aun, esa visión de la poesía encaja con la reducción típicamente burguesa del arte a un mero objeto estético: arte como instrumento de socialización y/o uniformización y, a lo sumo, divertimento para las clases más cultivadas.
No voy a extenderme sobre si tal reduccionismo esconde una cierta mala fe, ni a hacer un panfleto revolucionario –llegué tarde. Pero sí quiero denunciar la naiveté de dichos postulados. Primero porque quien escribe poesía, y yo lo hago, sabe que en primer lugar se escribe para uno mismo; la función primaria de la poesía entonces quizá sea la catarsis, y como es sabido, toda catarsis obedece a un proceso de ‘desorganización’ o de ‘crisis’; nada más lejos, pues, del concepto de ‘bálsamo’.    
Noblesse oblige además a hacer hincapié en el error manifiesto de pretender que la poesía se deba leer sólo con el ‘corazón’ dejando la razón a un lado. Ese fue el error de Descartes, padre de la moderna concepción dual -y falsa- del ser humano: alma vs. cuerpo, razón vs. emoción. No es Damasio el único que ha desmontado ese mito, tan ingenuo como demostradamente nocivo, ni son sólo la medicina o la psicología los ámbitos que deben reinventarse, pues, al ser humano. Cualquiera que lea poesía, y yo lo hago, sabe que el conocimiento y la razón no solamente no son un estorbo para el disfrute poético, sino aliados imprescindibles para desentrañar las intencionadas imágenes y metáforas que el poeta ha colocado allí deliberadamente y para captar el mensaje último y deliberado del texto. 
    Ester Astudillo es filóloga, lingüista, traductora y poeta (además de lectora voraz de los más variopintos textos).

jueves, 18 de febrero de 2010

ARCO 2010. Opinión de Raquel Bullón.

Gracias a Bloguzz y a NISSAN, ayer tuve la oportunidad de asistir a ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante de España, y la más controvertida, y provocadora, y litigada y, por supuesto, incomprendida. Se celebra hasta final de semana en el IFEMA de Madrid, para aquellos osados que se atrevan a ir.
Recomendación inicial: dejar los prejuicios fuera (podrán recogerse a la salida sin ningún problema).
Entre el escepticismo de mi acompañante y mi consideración del arte como algo difícil de objetivar, entramos en la exposición con la sensación de incertidumbre que el arte contemporáneo suscita y debe suscitar. Pretendimos hacer un recorrido coherente por la feria, decisión ingenua del novato. Acabamos haciendo un recorrido incoherente gobernado por el asombro y la sorpresa. Para que os hagáis una idea nos guiábamos igual que los niños pequeños en una enorme juguetería aunque había que guardar las composturas entre tanto intelectual y hombres de traje negro.
Pese al ambiente elitista del momento había una exposición a la que todos acabábamos rindiéndonos. Del mismo modo que la muerte iguala a todos los seres humanos, el stand de Michael D. Linares iguala a todos los visitantes de ARCO. Una montaña de cajas blancas contienen botes de cerveza fría que puedes coger libremente, beber, transformar y depositar de nuevo encima de las cajas. Esto es arte interactivo y lo demás son tonterías.
Después de este stand, para gustos colores que había muchos y muy variados. Entre la ilustración se pueden encontrar desde ilustradores emergentes o surrealistas pseudo gores, hasta “clásicos” como Miró.  Personalmente me llamó la atención la obra de la autora Aimée García que aúna la pintura con objetos creando composiciones inquietantes.
En fotografía desde luego encuentras buenas fotos pero desde mi punto de vista y desde mi absoluta ignorancia, quitando al mago Madoz y algunos collages, poco me emocionó.
El arte visual y las performances están muy presente aunque fueron bastante obviados por nuestra parte. En cambio, a la escultura le dedicamos bastante más tiempo. Sería difícil escoger una, aunque posiblemente me decantaría por la que muestro a la derecha por contenido - un hombre le enseña a su hija cómo limpiar un arma- pero sobre todo por su forma - sólo con mirar la escultura te mareas en pocos segundos.
Hay esculturas muy polémicas aunque sumamente acertadas como las de Eugenio Merino que ya han recibido protestas tanto de la Embajada de Israel en España como la Federación de Comunidades Judías de España. Hay esculturas autocríticas como la del Colectivo Miderrota, pieza que se juzga a si misma a través de un luminoso que puede cambiar a voluntad del visitante, reflejando su sentimiento: "Mola" o "No Mola". Hay propuestas simpáticas como el proyecto “Los iluminados” de Fernando Gutiérrez o la escultura del perro verde, piezas intimistas y dramáticas como la máquina de coser enmarañada de Chiharu Shiota, inquietantes y bellas como la niña de Jorge Conde, y un largo etcétera digno de admirar.

Lo que desde luego todo el mundo puede afirmar es que ARCO no te deja indiferente. Nosotros entramos con incertidumbre y salimos con más incertidumbre aun pero con muy buen sabor de boca y con ganas de más. Incluso al pragmático de mi acompañante le gustó lo que vio aunque sólo lo confesará en presencia de un abogado.
Veredicto: Altamente recomendable.
PD: Considero oportuno evadir la interesante discusión sobre la “insultante” comercialización de arte porque ese es otro debate.
Recomendación final: si vais hoy o el domingo acercaros sobre las seis de la tarde al pabellón de performance a gritarle a SUSO 33 lo que os apetezca. Nosotros nos quedamos con las ganas.